domingo, marzo 04, 2007

Contrapuntos / ¿Cuál Reforma de estado?

Gobiernos responsables

Eduardo Villarreal Cantú

La reforma del Estado vuelve a asomarse en la agenda pública. Lo hace porque son ya preocupantes los signos de debilidad que presenta la arquitectura de nuestro régimen político, así como muchos los problemas que la sociedad padece y no se están resolviendo con efectividad.

Cambiar las reglas del juego es, sin duda, una tarea impostergable si aspiramos a vivir en una democracia que genere resultados concretos para la sociedad.

La iniciativa aprobada en el Senado tiene como objetivo ordenar ese proceso de reforma. Obliga a los partidos políticos a pronunciarse al menos sobre seis temas: 1) Régimen de Estado y gobierno; 2) Democracia y sistema electoral; 3) Federalismo; 4) Reforma del Poder Judicial; 5) Reforma hacendaria y 6) Garantías sociales.

Contempla, asimismo, mecanismos de consulta pública para discutir sobre los temas.

Del amplio abanico de discusiones y propuestas que esos temas generarán, hay una en particular que destaco: la pertinencia de modificar nuestro sistema presidencial de gobierno por uno semipresidencial, que abone en la construcción de acuerdos, tan ausentes en la actividad política de nuestros tiempos.

Los modelos semipresidenciales se caracterizan por:

1. El poder compartido: diarquía entre un Presidente como jefe de Estado y un Primer Ministro que encabeza el gobierno y es designado por el parlamento.

2. El carácter bicéfalo y dual del órgano ejecutivo.

3. La combinación entre legitimidad directa del Presidente y legitimidad indirecta del Primer Ministro.

4. Estructura flexible de autoridad dual.

Este diseño de gobierno cuenta con importantes promotores tanto en la política como en la academia. Tiene como virtud el diálogo y la comunicación permanente entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, provocando una cohabitación en el ejercicio del poder y evitando la inestabilidad y parálisis que ha venido caracterizando a nuestro sistema presidencial.

La responsabilidad en un sistema semipresidencial es de doble vuelta: tanto un poder como otro participan del diseño y la implementación de las políticas públicas.

La incorporación del Legislativo en las decisiones de gobierno favorecería la creación de políticas públicas amplias, con mayor acuerdo partidista, de mediano y largo aliento. Obligaría a los partidos de oposición a incorporarse en la lógica de proponer, de construir, de decidir, y no sólo de criticar u obstaculizar.

Los partidos serían corresponsables de la conducción del gobierno, lo que los obligaría a rendir cuentas no sólo como representantes, sino como diseñadores de los cursos de la acción gubernamental. Los comprometería, asimismo, a acercarse a la sociedad para buscar mejores y más eficaces políticas públicas.

Un semipresidencialismo forzaría al Ejecutivo a acordar con los legisladores las acciones y programas públicos. Permitiría recoger con menor dificultad aquellas propuestas que los partidos de oposición prometen en las campañas políticas. Obligaría a tender puentes institucionales entre el Presidente y los partidos.

En el ejercicio de la política, el tiempo es una variable clave. El mejor argumento o la mejor idea, presentada inoportunamente, pierde fuerza y persuasión. El tema de la reforma del Estado fracasó en su intento previo del año 2000, a pesar de contar con condiciones políticas muy oportunas y con una propuesta bien elaborada.

Los comicios presidenciales del año pasado y sus consecuencias poselectorales vuelven a poner al tema como prioritario. Nuestro actual régimen político no ofrece herramientas para resolver la nueva realidad social del País.

De presentarse de nuevo la posibilidad de reformar al Estado y crear un nuevo pacto fundacional, habría que hacerlo en serio. Entre más tiempo dejemos pasar, la gobernabilidad democrática no arribará a nuestra sociedad, con todo los riesgos que ello implica. Requerimos diálogo, acuerdos y diseños que los incentiven. En ese sentido va la propuesta de un gobierno semipresidencial.

Lamentablemente, cuando uno observa los actores y actitudes presentes alrededor de la iniciativa del Senado, las ilusiones se esfuman. Un cambio de reglas con visión plural y democrática, que aspire a llenar de contenidos la política, requiere fuertes dosis de republicanismo en la clase política. ¿Nos sorprenderán? Lo dudo, pero ojalá así sea.


El autor es profesor investigador de tiempo completo de FLACSO, México.

edu_vica@hotmail.com

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