domingo, septiembre 16, 2007

Indígenas, obreros y migrantes, en el Grito de Independencia de AMLO

Sólo el pueblo podrá abolir el régimen corrupto, dice en la ceremonia de Oaxaca

Indígenas, obreros y migrantes, en el Grito de Independencia de AMLO

¡Que no crea el pelele que tiene de su lado a los militares y a sus familias!, afirma

Ciro Pérez Silva (Enviado)

San José Tenango, Oax. 15 de septiembre. En punto de las 23 horas, desde este lejano municipio de la sierra mazateca, Andrés Manuel López Obrador lanzó al aire el Grito de la Independencia con la advertencia de que sólo se podrá abolir el régimen de corrupción a través del pueblo y para el pueblo.

Enarbolando la bandera nacional, López Obrador convocó a los indígenas reunidos en la plaza de este municipio a desterrar la discriminación, el odio, la desigualdad y la codicia porque en México, aseveró, “¡debe haber patria para todos!, ¡arriba los pobres, abajo los privilegios!”.

Antes de mencionar a los padres de la patria, lanzó vivas a los indígenas, a los campesinos, obreros, migrantes, artistas, maestros, profesores, sectores productivos y estudiantes en medio del aplauso mazateco.

Nombró luego a Hidalgo, a Josefa Ortiz de Domínguez, a Morelos, a Juárez, a los hermanos Flores Magón, a Francisco I. Madero, a Villa, a Zapata y al general Lázaro Cárdenas del Río, vitoreó también a los héroes anónimos y a los asesinados por defender las causas populares y demandó la libertad de los presos políticos, fue una arenga que resonó en la explanada, en las milpas y en el cerro de esta comunidad y que hizo, por un momento, especiales a los mazatecos y al mismo tiempo iguales al resto de los mexicanos.

A esta inusual fiesta llegaron por millares y se quedaron aquí hasta las primeras horas de la madrugada en medio de cohetones, música, banderas, confeti y de los 6 mil tamales que se prepararon para la ocasión, fueron momentos para la anécdota de aquellos que desde aquí partieron a la ciudad de México y se sumaron a aquellas concentraciones en el Zócalo posteriores al 2 de julio y de las que a partir de hoy correrán por estas tierras luego de estas inusuales fiestas patrias para los mazatecos.

Antes, en Huautla de Jiménez, la ciudad de las nubes, López Obrador dio también un grito adelantado de Independencia y denunció que es inaceptable que haya en México funcionarios, como los ministros de la Corte, que devenguen salarios de más de 500 mil pesos mensuales o que los ex presidentes reciban pensiones millonarias mientras la pobreza lacera al país.

Aseveró que es fundamental una transformación política y económica en México, tan trascendente como lo fueron en su momento los movimientos de Independencia, Reforma y Revolución, “una transformación por la vía pacífica, sin violencia, con una revolución de las conciencias”.

En la plaza principal de este municipio llamó a que este cambio sea de fondo, de raíz, porque México no puede continuar con la misma política económica ni con la misma actitud política, “tenemos que cambiarlo ya, antes de que nos dejen un país empequeñecido, sin posibilidad alguna de recuperarse, tenemos que organizarnos y cambiar ya”.

“Calderón no merece respeto”

Al mediodía, en Teotitlán de Flores Magón, López Obrador había señalado ya que este 15 de septiembre habría dos gritos de Independencia: en el Zócalo “el del usurpador, y en San José Tenango el de las mujeres y los hombres libres, de los que quieren que haya un cambio en el país”.

En esta tierra que lleva el nombre de esos luchadores sociales, comentó que en la ciudad de México Felipe Calderón había iniciado los preparativos para conmemorar un aniversario más del inicio de la Independencia de México, llenando de soldados y vallas la plancha del Zócalo; “esto lo hace porque no ha podido legitimarse; desde aquí, saludo a los miembros del Ejército Mexicano, porque muchos, sobre todo los de abajo, están con nosotros, ¡que no se crea el pelele de Calderón que tiene de su lado a los militares y a sus familias!”, aseveró.

López Obrador recordó entonces que, como el resto de los mexicanos, aquí se padecen los efectos de una crisis económica que se agravará con el incremento a la gasolina y el diesel “que propuso el usurpador al Congreso, y que aprobaron los priístas y los panistas, las cosas no marchan bien en nuestro país, ni en lo político ni en lo económico”.

Aseguró que Felipe Calderón “no merece respeto, porque no respeta al pueblo de México, así lo saben ahora quienes se dejaron engañar en las elecciones del 2 de julio de 2006, cuando les prometió bajar el costo de la gasolina, ahora todo va a subir, los productos, los pasajes, además de que seguirá sin haber empleos para los mexicanos, tampoco hay apoyo para los campesinos, que cada vez compran más caro y lo que producen lo venden más barato”.

Entonces mencionó que apenas ayer, durante su visita a San Felipe Usila, la comunidad de ese municipio esperaba el arribo de los cuerpos de dos jóvenes, quienes murieron en el intento de cruzar la frontera hacia Estados Unidos en busca de las oportunidades de empleo que México no les dio.

“No queremos que se mantenga esta monstruosa desigualdad, donde unos cuantos lo tienen todo y la mayoría no tiene nada, no es justo, no es humano, no es cristiano, es necesario que nos apresuremos a cambiar este régimen que nos afecta a todos”, insistió.

Dijo que este es justamente el propósito de celebrar el Grito de Independencia en esta comunidad y el de haber recorrido los días previos a las fiestas patrias las regiones de la Cuenca y de La Cañada, en las que conviven nahuas, mazatecos y chinantecos, “para refrendar nuestro compromiso con la gente pobre, con la gente humilde. No debemos olvidar que es tierra de luchadores sociales que pelearon por la justicia, lucharon por la independencia y por los desposeídos, no debemos olvidar que había magonistas en Cananea y en Río Blanco”.

Insistió en que el cambio no se va a dar “de arriba para abajo” porque al “gobierno usurpador no le importa ni el país ni su gente, y por eso es este movimiento. No es que seamos rebeldes sin causa, tampoco que queramos buscar el poder por el poder, sino de que las cosas cambien en favor de los mexicanos; de este movimiento depende que podamos sacar al país de la pobreza y la marginación”, dijo.

Con vivas a los desaparecidos políticos, Rosario Ibarra da el Grito de los libres

Gobiernos federal y del DF sortean enfrentamiento tras siete horas de negociación

Con vivas a los desaparecidos políticos, Rosario Ibarra da el Grito de los libres

Miles de personas optan por abandonar el Zócalo para no escuchar a Felipe Calderón

A una propuesta de Jesusa Rodríguez, después de votarla a mano alzada, decenas de miles de personas abandonaron el Zócalo anoche apenas concluyó la ceremonia del Grito de los libres. Fue el final de una larga y tortuosa jornada que empezó el viernes a las dos de la tarde, pero tuvo momentos de alta tensión poco antes del amanecer del sábado.

Siete horas de negociación entre representantes de los gobiernos federal y capitalino produjeron un acuerdo para poner fin a la guerra de los equipos de sonido que había ensordecido a la multitud desde las dos de la tarde. Sin embargo, el pacto fue roto pasadas las nueve de la noche por la gente de Palacio Nacional, que subió al máximo el volumen de sus poderosas bocinas para tratar de sofocar las palabras que desde el templete ubicado ante el hotel Majestic tachaban a Felipe Calderón de “espurio”, “pelele” y “ratero”.

Lo convenido era que el Grito de los libres se desarrollaría sin obstáculos de nueve a 10 de la noche, y que de 10 a 11 la plaza quedaría a disposición del gobierno federal, culminando con el otro Grito, tras el cual ambos bandos ocuparían el cielo con sus artificios de pirotecnia.

Pero la historia viene de mucho más atrás. El Estado Mayor Presidencial ocupó la cuarta parte del Zócalo ante la fachada de Palacio Nacional desde el viernes de la semana anterior. A lo largo de ocho días hubo un forcejeo permanente entre los custodios de esa frontera y de los usuarios y expositores de una feria artesanal organizada por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, que ocupaba el resto de la plancha.

El temor de los militantes de la Convención Nacional Democrática (CND) era que la noche de anteayer viernes el EMP intentara adueñarse de toda la Plaza Mayor, por lo que desde las dos de la tarde de ese día aparecieron dos docenas de tiendas de campaña ante las rejas de la absurda línea Maginot.

Durante la noche los refuerzos se multiplicaron en la medida que la Policía Federal Preventiva (PFP) y los soldados incrementaran su presencia dentro y delante del palacio, todo ello mientras en una y otra orilla de la plaza eran edificados los escenarios para las respectivas ceremonias.

Duelo de bocinas

Para el grito de Felipe Calderón, la firma OCESA trajo el equipo de sonido considerado más potente de América Latina, que colgó en impresionantes torres de bafles desde las plumas de media docena de grúas. Las pruebas de audio efectuadas el viernes por la noche barrían toda la superficie del Zócalo y no le permitían a la gente ni siquiera hablar.

Ante esto, Marcelo Ebrard sacó la casta y mandó traer dos equipos de sonido que en conjunto superaron por algunos cuantos decibeles al de OCESA, cosa que irritó sobremanera al Estado Mayor Presidencial.

Tanto así, que el sábado a las cuatro de la mañana contingentes de la PFP armados con escudos, toletes, cascos, rodilleras y hombreras, como si fueran a una gesta en defensa de Ulises Ruiz, rodearon súbitamente las torres de sonido del GDF, lo que hizo salir de sus tiendas de campaña y sarapes a cerca de mil 500 militantes de la CND que de inmediato se subieron al escenario colocado ante el hotel Majestic y se dispusieron a defenderlo con sus cuerpos, mientras mensajes de teléfono celular daban aviso a los blogs de la Resistencia Civil Pacífica, que a su vez comenzaron a emitir llamados a que toda la gente que pudiera se dirigiera en ese momento al Zócalo “para defender la plaza, desde adentro o desde afuera” como lo pidió, por ejemplo, el del Sendero del Peje.

Entonces la intervención de los granaderos de la policía capitalina se desplegó a prudente distancia, lo que obligó a los de la PFP a replegarse a Palacio Nacional poco después de las cinco de la mañana. Pero entonces vino la contraofensiva. Alrededor de las siete, como en un extraño juego de ajedrez, el GDF adelantó seis grúas con sus respectivas torres de bocinas hasta el centro de la plaza, alineadas a la izquierda y a la derecha del astabandera y a pocos metros de las torres de altavoces de OCESA, lo que produjo una imagen de batalla medieval, sólo que en lugar de catapultas las armas apuntadas frente a frente eran grúas con bocinas.

Tres horas después, los de la PFP regresaron al Zócalo y rodearon las grúas capitalinas, lo que revelaba profunda indignación de los calderónicos que habían perdido su ventaja tecnológica debido al movimiento estratégico del adversario. Esto puso en alerta de nuevo a la CND, cuyos militantes temieron que los del bando opuesto trataran de cortar los cables o echaran a perder con cubetazos de agua los sistemas electrónicos de las bocinas de vanguardia.

Pero de nuevo la calma se restableció en breve, para dar paso a lo que sería una verdadera tortura para miles y miles de personas durante las horas siguientes, cuando ambos equipos de sonido se enfrascaron en un duelo de músicas y discursos que por momentos era sin duda alguna enloquecedor, pero como no podía ser de otra manera, le deparó ganancias adicionales a Carlos Slim, porque las farmacias de los Sanborns aledaños hicieron su agosto en septiembre vendiendo tapones para los oídos.

En ese contexto comenzó una negociación entre representantes de los dos mariscales de campo, que se prolongó desde las dos de la tarde hasta las ocho y media de la noche, cuando convinieron que el Grito de los libres silenciaría las bocinas de Calderón de nueve a diez de la noche.

Entonces, en una jugada imprevista, Jesusa Rodríguez, Froylán Yescas, Rafael Hernández, Ricardo Ruiz y los integrantes del “gabinete legítimo” de Andrés Manuel López Obrador ocuparon el escenario del GDF e iniciaron la ceremonia del Grito de los libres, con consignas de apoyo a Andrés Manuel y lluvias de epítetos negativos contra Calderón. Éste demostró que no era capaz de aguantar que le gritaran “pelele”, “espurio” y “ratero”, a lo que respondió mandando al escenario a una muchacha de aspecto típicamente panista, con cara y voz de vinagrillo, lo más parecido a Gabriela Cuevas, quien sirviéndose de toda la potencia de las bocinas de OCESA disparó sobre el Zócalo sus horripilantes notas canoras, con lo que la batalla del ruido que se había verificado en la tarde se reanudó, pero esta vez con el Zócalo repleto de poco menos de 100 mil personas que quedaron atrapadas entre dos fuegos, la mayoría de las cuales sin embargo se esforzaba por contrarrestar las vociferaciones de la panista, coreando a todo pulmón el segundo apellido de López Obrador, mientras Jesusa desde el templete del hotel Majestic se desgañitaba recordando al público que Calderón no había atraído al Zócalo a nadie que tuviera ganas de apoyarlo, y que detrás de las vallas había 5 mil aspirantes a la Policía Federal Preventiva, a quienes para hacer méritos el gobierno federal los citó en el Zócalo desde las seis de la mañana.

En punto de las 9:45 de la noche, tal como había quedado establecido en el acuerdo que Calderón rompió, la senadora Rosario Ibarra de Piedra, designada por la CND, pronunció la arenga del Grito de los libres, y fue en ese único instante cuando la esperpéntica música panista desde el otro lado de la plaza desapareció.

“¡Vivan los héroes que iniciaron la lucha por darnos patria y libertad!”, exclamó la vieja e invencible luchadora regiomontana, antes de pedir vivas para Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos, Leona Vicario y, subrayadamente, “los presos y desaparecidos políticos que dieron todo por la libertad de este país”, palabras que cerraron de emoción la garganta de miles, pues en ellas estaba implícito el recuerdo del joven guerrillero Jesús Piedra Ibarra, secuestrado en 1975 por el gobierno de Luis Echeverría.

Y entonces, una vez que una débil campanita como de sacristía sonó varias veces con timidez, el Grito de los libres llegó a su fin, y Jesusa Rodríguez retomó el micrófono para hacer las siguientes preguntas: “¿Nos vamos o nos quedamos?”, tras lo cual argumentó la conveniencia de que la multitud se retirara “para que se quede solo el pelele y la banda de mafiosos que están en Palacio Nacional”. Por notoria mayoría se aprobó la retirada que, a querer o no, marca un hito en la historia de México, pues hasta donde esta crónica recuerda, nunca había acontecido en un 15 de septiembre algo así.

Pero lo más importante es que esas decenas de miles de seguidores de López Obrador que aceptaron la oferta de la prudencia, abandonaron el Zócalo lamentando en lo más profundo del corazón que su propia grandeza política los obligara a desperdiciar la ocasión de pronunciar una mentada de madre masiva, con la que llevaban soñando sin duda largos meses. Ahora, la próxima cita para la CND de nuevo en el Zócalo será el 20 de noviembre y con la participación estelar de quien al menos la mitad de los electores de este país considera el verdadero presidente de México.

Con vivas a los desaparecidos políticos, Rosario Ibarra da el Grito de los libres

Gobiernos federal y del DF sortean enfrentamiento tras siete horas de negociación

Con vivas a los desaparecidos políticos, Rosario Ibarra da el Grito de los libres

Miles de personas optan por abandonar el Zócalo para no escuchar a Felipe Calderón

A una propuesta de Jesusa Rodríguez, después de votarla a mano alzada, decenas de miles de personas abandonaron el Zócalo anoche apenas concluyó la ceremonia del Grito de los libres. Fue el final de una larga y tortuosa jornada que empezó el viernes a las dos de la tarde, pero tuvo momentos de alta tensión poco antes del amanecer del sábado.

Siete horas de negociación entre representantes de los gobiernos federal y capitalino produjeron un acuerdo para poner fin a la guerra de los equipos de sonido que había ensordecido a la multitud desde las dos de la tarde. Sin embargo, el pacto fue roto pasadas las nueve de la noche por la gente de Palacio Nacional, que subió al máximo el volumen de sus poderosas bocinas para tratar de sofocar las palabras que desde el templete ubicado ante el hotel Majestic tachaban a Felipe Calderón de “espurio”, “pelele” y “ratero”.

Lo convenido era que el Grito de los libres se desarrollaría sin obstáculos de nueve a 10 de la noche, y que de 10 a 11 la plaza quedaría a disposición del gobierno federal, culminando con el otro Grito, tras el cual ambos bandos ocuparían el cielo con sus artificios de pirotecnia.

Pero la historia viene de mucho más atrás. El Estado Mayor Presidencial ocupó la cuarta parte del Zócalo ante la fachada de Palacio Nacional desde el viernes de la semana anterior. A lo largo de ocho días hubo un forcejeo permanente entre los custodios de esa frontera y de los usuarios y expositores de una feria artesanal organizada por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, que ocupaba el resto de la plancha.

El temor de los militantes de la Convención Nacional Democrática (CND) era que la noche de anteayer viernes el EMP intentara adueñarse de toda la Plaza Mayor, por lo que desde las dos de la tarde de ese día aparecieron dos docenas de tiendas de campaña ante las rejas de la absurda línea Maginot.

Durante la noche los refuerzos se multiplicaron en la medida que la Policía Federal Preventiva (PFP) y los soldados incrementaran su presencia dentro y delante del palacio, todo ello mientras en una y otra orilla de la plaza eran edificados los escenarios para las respectivas ceremonias.

Duelo de bocinas

Para el grito de Felipe Calderón, la firma OCESA trajo el equipo de sonido considerado más potente de América Latina, que colgó en impresionantes torres de bafles desde las plumas de media docena de grúas. Las pruebas de audio efectuadas el viernes por la noche barrían toda la superficie del Zócalo y no le permitían a la gente ni siquiera hablar.

Ante esto, Marcelo Ebrard sacó la casta y mandó traer dos equipos de sonido que en conjunto superaron por algunos cuantos decibeles al de OCESA, cosa que irritó sobremanera al Estado Mayor Presidencial.

Tanto así, que el sábado a las cuatro de la mañana contingentes de la PFP armados con escudos, toletes, cascos, rodilleras y hombreras, como si fueran a una gesta en defensa de Ulises Ruiz, rodearon súbitamente las torres de sonido del GDF, lo que hizo salir de sus tiendas de campaña y sarapes a cerca de mil 500 militantes de la CND que de inmediato se subieron al escenario colocado ante el hotel Majestic y se dispusieron a defenderlo con sus cuerpos, mientras mensajes de teléfono celular daban aviso a los blogs de la Resistencia Civil Pacífica, que a su vez comenzaron a emitir llamados a que toda la gente que pudiera se dirigiera en ese momento al Zócalo “para defender la plaza, desde adentro o desde afuera” como lo pidió, por ejemplo, el del Sendero del Peje.

Entonces la intervención de los granaderos de la policía capitalina se desplegó a prudente distancia, lo que obligó a los de la PFP a replegarse a Palacio Nacional poco después de las cinco de la mañana. Pero entonces vino la contraofensiva. Alrededor de las siete, como en un extraño juego de ajedrez, el GDF adelantó seis grúas con sus respectivas torres de bocinas hasta el centro de la plaza, alineadas a la izquierda y a la derecha del astabandera y a pocos metros de las torres de altavoces de OCESA, lo que produjo una imagen de batalla medieval, sólo que en lugar de catapultas las armas apuntadas frente a frente eran grúas con bocinas.

Tres horas después, los de la PFP regresaron al Zócalo y rodearon las grúas capitalinas, lo que revelaba profunda indignación de los calderónicos que habían perdido su ventaja tecnológica debido al movimiento estratégico del adversario. Esto puso en alerta de nuevo a la CND, cuyos militantes temieron que los del bando opuesto trataran de cortar los cables o echaran a perder con cubetazos de agua los sistemas electrónicos de las bocinas de vanguardia.

Pero de nuevo la calma se restableció en breve, para dar paso a lo que sería una verdadera tortura para miles y miles de personas durante las horas siguientes, cuando ambos equipos de sonido se enfrascaron en un duelo de músicas y discursos que por momentos era sin duda alguna enloquecedor, pero como no podía ser de otra manera, le deparó ganancias adicionales a Carlos Slim, porque las farmacias de los Sanborns aledaños hicieron su agosto en septiembre vendiendo tapones para los oídos.

En ese contexto comenzó una negociación entre representantes de los dos mariscales de campo, que se prolongó desde las dos de la tarde hasta las ocho y media de la noche, cuando convinieron que el Grito de los libres silenciaría las bocinas de Calderón de nueve a diez de la noche.

Entonces, en una jugada imprevista, Jesusa Rodríguez, Froylán Yescas, Rafael Hernández, Ricardo Ruiz y los integrantes del “gabinete legítimo” de Andrés Manuel López Obrador ocuparon el escenario del GDF e iniciaron la ceremonia del Grito de los libres, con consignas de apoyo a Andrés Manuel y lluvias de epítetos negativos contra Calderón. Éste demostró que no era capaz de aguantar que le gritaran “pelele”, “espurio” y “ratero”, a lo que respondió mandando al escenario a una muchacha de aspecto típicamente panista, con cara y voz de vinagrillo, lo más parecido a Gabriela Cuevas, quien sirviéndose de toda la potencia de las bocinas de OCESA disparó sobre el Zócalo sus horripilantes notas canoras, con lo que la batalla del ruido que se había verificado en la tarde se reanudó, pero esta vez con el Zócalo repleto de poco menos de 100 mil personas que quedaron atrapadas entre dos fuegos, la mayoría de las cuales sin embargo se esforzaba por contrarrestar las vociferaciones de la panista, coreando a todo pulmón el segundo apellido de López Obrador, mientras Jesusa desde el templete del hotel Majestic se desgañitaba recordando al público que Calderón no había atraído al Zócalo a nadie que tuviera ganas de apoyarlo, y que detrás de las vallas había 5 mil aspirantes a la Policía Federal Preventiva, a quienes para hacer méritos el gobierno federal los citó en el Zócalo desde las seis de la mañana.

En punto de las 9:45 de la noche, tal como había quedado establecido en el acuerdo que Calderón rompió, la senadora Rosario Ibarra de Piedra, designada por la CND, pronunció la arenga del Grito de los libres, y fue en ese único instante cuando la esperpéntica música panista desde el otro lado de la plaza desapareció.

“¡Vivan los héroes que iniciaron la lucha por darnos patria y libertad!”, exclamó la vieja e invencible luchadora regiomontana, antes de pedir vivas para Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos, Leona Vicario y, subrayadamente, “los presos y desaparecidos políticos que dieron todo por la libertad de este país”, palabras que cerraron de emoción la garganta de miles, pues en ellas estaba implícito el recuerdo del joven guerrillero Jesús Piedra Ibarra, secuestrado en 1975 por el gobierno de Luis Echeverría.

Y entonces, una vez que una débil campanita como de sacristía sonó varias veces con timidez, el Grito de los libres llegó a su fin, y Jesusa Rodríguez retomó el micrófono para hacer las siguientes preguntas: “¿Nos vamos o nos quedamos?”, tras lo cual argumentó la conveniencia de que la multitud se retirara “para que se quede solo el pelele y la banda de mafiosos que están en Palacio Nacional”. Por notoria mayoría se aprobó la retirada que, a querer o no, marca un hito en la historia de México, pues hasta donde esta crónica recuerda, nunca había acontecido en un 15 de septiembre algo así.

Pero lo más importante es que esas decenas de miles de seguidores de López Obrador que aceptaron la oferta de la prudencia, abandonaron el Zócalo lamentando en lo más profundo del corazón que su propia grandeza política los obligara a desperdiciar la ocasión de pronunciar una mentada de madre masiva, con la que llevaban soñando sin duda largos meses. Ahora, la próxima cita para la CND de nuevo en el Zócalo será el 20 de noviembre y con la participación estelar de quien al menos la mitad de los electores de este país considera el verdadero presidente de México.

sábado, septiembre 15, 2007

La literatura comprueba que el mundo está mal hecho

La literatura comprueba que el mundo está mal hecho: Villoro


Editado por Almadía, Los culpables es el nuevo libro de cuentos del autor mexicano quien, en entrevista, asegura que el arte busca compensar una realidad incómoda.

Habrían de pasar 27 años para que Juan Villoro (1956) volviera a encontrar a un editor de trato personalizado. En los inicios de los ochenta, Joaquín Díez-Canedo le publicó (en el sello Joaquín Mortiz) el volumen de cuentos La noche navegable. Ahora un nuevo libro de cuentos de Villoro puede encontrarse en librerías, Los culpables, editado por Almadía, con sede en la ciudad de Oaxaca y “con la que asumo gustoso el desafío de publicar, alejado de las grandes transnacionales”.

En entrevista, el también autor de El testigo dice que “la realidad mal hecha fomenta un arte extraordinario. Me gusta mucho una escena de El tercer hombre, de Orson Wells, donde dice que hay que considerar que la paz y la estabilidad suiza lo único que han producido es el reloj cucú, en cambio, la corrupción, las mazmorras y las intrigas de Italia produjeron el Renacimiento.

“Es decir que del vientre de una sociedad convulsa suele surgir un arte fuerte, entre otras cosas porque el arte busca compensar una realidad incómoda. Si viviéramos en el paraíso no habría novelas, su existencia comprueba que la realidad debe ser complementada con un mundo imaginario”.

En Los culpables vuelves a incorporar el tema del futbol (“El silbido”), casi una obsesión en tu narrativa…

Es un tema que aparece y desaparece. Dedicado al cien por cien a él está Dios es redondo y en Los once de la tribu se encuentran tres crónicas. Vuelve a aparecer en otros libros aunque de manera distinta, pero sin duda es un interés recurrente en mi obra y que siempre trato de abrazar de distinta manera. Cuando escribo cuentos sobre futbol trato de buscar un ángulo amargo, conflictivo y oscuro. Y me parece que es un material para el cuento y no para la novela, al menos no para una mía. Sin duda hay buenas novelas de futbol, como Soñé que la nieve ardía, de Antonio Skármeta, o Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, pero es muy difícil escribir una novela excelente, ya que el futbol llega ya codificado, tiene sus propias tramas, historia y mitologías. De tal manera que no es muy original inventarle algo.

Veintisiete años después sigues en el cuento, ¿cómo lo definirías ahora?

Ricardo Piglia dice que el cuento moderno cuenta dos historias: una evidente que es la anécdota y otra sumergida que es el significado de la anécdota. Siempre he pensado que el significado de cualquier historia es oculto. En Los culpables, por ejemplo, incluyo siete historias en primera persona donde los personajes hablan de sí mismos y quieren contar cosas, muchas veces para exculparse o justificarse y sin darse cuenta acaban revelando algo de ellos mismos. Son, por decirlo de alguna manera, confesiones accidentales. Creen decir una cosa y cuando los traiciona el inconsciente dicen otra. El cuento moderno depende de esta segunda historia. La historia enterrada en la anécdota; lo que se expresa de manera muy clara en la oralidad.

El nuevo libro reúne siete historias diferentes que podrían verse como similares…

Eran un proyecto que tenía como tal, aunque no sabía que iba a durar ocho años; de saberlo me hubiera deprimido mucho. Sucede que escribo siempre en distintos géneros, llevando proyectos paralelos. En los años recientes, y mientras escribía otras cosas, regresaba a estos relatos en primera persona y con tonos comunes, dependientes de la velocidad de la trama y la ironía, muchas veces involuntaria. Los cuentos habían aparecido en distintos lugares por separado, uno en un catálogo, otro por episodios, otro en un periódico deportivo, pero nunca reunidos, incluso muchos de ellos los modifiqué para el libro.

¿Podrías dar una definición instrumental de la literatura hoy?

La literatura surge de la constatación de que el mundo está mal hecho. La realidad está descompuesta y la literatura es su ventanilla de quejas. Algo nos frustra y lo compensamos en un mundo paralelo que esperamos mejor, que es la literatura. Por lo mismo me interesa mucho el tema de la responsabilidad de lo que escribimos, que tiene que ver con la crítica de un mundo malhecho y donde nosotros tenemos mucho que ver. La literatura critica ese mundo pero también admite su participación en él. Actuar en el mundo es ser también culpable, responsable y, por tanto, estar en tela de juicio. Recordemos que durante mucho tiempo los libros complicados no se firmaban, si acaso con seudónimo. Al paso del tiempo la escritura moderna funda la noción de autoría como un factor ético.

Así como existen mundos mal hechos hay también países mal hechos…

¡Y tenemos uno a la mano!

Mirando hacia atrás, ¿cómo encuentras tu trabajo literario?

Encuentro puntos de contacto. En La noche navegable publico la historia de unos personajes que de viaje en Oaxaca se quedan encerrados en un sitio arqueológico. Muchos años después publico Los culpables, que contiene un cuento que nuevamente relata el viaje de unos personajes que van a Oaxaca y Yucatán. De manera que veo eso, puntos de contacto.

domingo, septiembre 09, 2007

“El verdadero reto está en el acto artesanal de la canción”

musica|manu chao habla de “la radiolina”, su nuevo disco

“El verdadero reto está en el acto artesanal de la canción”

El músico admite sin rubores que “si sigo trabajando a este ritmo, cuando tenga nuevas canciones para grabar probablemente ya habrá desaparecido el CD”


Por Luis Hidalgo *

Tras varios años sin editar discos de estudio, Manu Chao vuelve con nuevas canciones. La Radiolina, que acaba de editarse en todo el mundo, es el título de su nuevo disco, “probablemente el último que edite, pues si sigo trabajando a este ritmo cuando tenga nuevas canciones para grabar ya habrá desaparecido el compacto y se edite de otra manera”, afirma para matizar unas declaraciones que en Francia hicieron pensar que este álbum sería la antesala de su retirada. Pero no, Manu Chao está más activo que nunca, no para de trabajar y sigue contemplando sus discos como “el único sistema que tengo a mano para vaciar de canciones mi cabeza y así hacer espacio para otras nuevas”, señala.

La Radiolina es una continuación de su peculiar estilo mundialista, construido a base de retazos que conforman un inmenso collage, el que, de hecho, plasma toda su producción artística. Su forma de trabajar determina los resultados estéticos. “Cuando trabajo no sé cuánto van a durar las canciones o si servirán o no. Sobre una idea muy básica nos ponemos a tocar, a hacer una jam, y si la pesca es buena igual puedes tener tres o cuatro temas nuevos. En las jams, los temas suelen durar cinco o seis minutos, pero en este disco hay muchas canciones que apenas llegan a dos. Ya no le tengo miedo a la tijera.”

Precisamente, la brevedad de muchos de los cortes del disco hace pensar tanto en la estructura textual del hip hop –frases autoconclusivas y breves– como en la sensación de que Manu Chao sólo compuso una canción a lo largo de su vida, una canción sin fin a la que va añadiendo trozos a medida que compone nuevos títulos. “En cierto sentido, este disco se llama La Radiolina pensando en cosas así”, dice él. “Las canciones van unidas como si en realidad se tratase sólo de una que además tiene las letras intercambiables, porque una letra puede servir para más de una canción.” Esta falta de prejuicios derivados de considerar toda la obra como una sola pieza permite que en el disco, como en casi todos los suyos, se repita algún tema con textos diferentes (“13 días”, una versión de JJ Cale, y “Besoin de la lune”). Se dan otros casos. “En principio, ‘Panik Panik’ y ‘El hoyo’ eran una sola canción que duraba bastantes minutos, pero al final decidí partirla y hacer dos. Si dentro de unos meses no me gusta la idea siempre puedo volver a grabar uniéndolas. Ya tengo muy claro que en el actual entorno tecnológico no hay nada definitivo, todo se puede revisar”.

–Pero en un artista que compone en cualquier lado, graba donde lo desea porque la tecnología lo permite, despieza canciones del cuerpo principal de la improvisación que establece con sus músicos y carece de obligaciones contractuales para editar discos en plazos determinados, ¿qué es lo que le dice que ya hay material que merece la pena ser publicado?

–Actualmente, el verdadero reto artístico está precisamente ahí, en ese acto artesanal, en esa decisión que sólo puede tomar el artista y en la cual no puede recibir ayuda de las máquinas. Sólo tú sabes cuándo tienes las canciones preparadas.

–¿Y qué es lo que se pretende con un disco que tiene 21 canciones, cinco de las cuales son bonus tracks?

–Pues yo veía el disco como un viajecito, con sus subes y bajas, con sus momentos para el remanso y para la energía. Ese viajecito duraba para mí 16 canciones, no más. Ocurre que en un compacto cabe más música y, aunque sólo fuera por prurito ecologista, quería llenarlo para no desaprovechar espacio. Por eso incluí más canciones, separadas por el primer blanco que hay en mi discografía. Igual el público no lo entiende, pero así señalo lo que es mi viaje propiamente dicho.

Considerando todo ello, bien podría pensarse que para Manu Chao el formato de disco compacto resulta inadecuado para dar salida a su forma de trabajar y de concebir la música. “El disco tiene la ventaja de obligarte a organizar las canciones siguiendo un orden que a ti te resulte lógico, de forma que todo fluya de manera correcta. Ahora bien, para mí el formato ideal sería el de un compacto en el que sólo cupiesen tres o cuatro canciones que recogiesen tu trabajo de unos días. Sería algo así como la pesca de la semana, que si es buena puede ser mostrada.” En La Radiolina, de tono melancólico y marcado por ritmos y acentos melódicos de todo el mundo, Manu Chao canta en castellano, francés, inglés, portugués e italiano, lo que –escuchadas las canciones– permite aventurar una hipótesis: ¿será el castellano el idioma para el amor, el francés para los sentimientos y el inglés para la agitación política? Manu Chao piensa un segundo, desvía por enésima vez la llamada que acaba de iluminar su teléfono y afirma: “No está mal pensado, bien podría ser así, porque de hecho ‘Rainin’ in paradize’ la compuse a partir de esta frase en inglés, que es la que me emociona de la canción. Quería que los anglosajones entendiesen perfectamente lo que cuento en la canción. En principio, ése iba a ser el título del disco, pero la frase sólo me gusta en inglés y desestimé las traducciones al castellano o al francés. Fue un tema que compuse en Dinamarca, en un país en el que estaba obligado a hablar en inglés”. Temas compuestos en medio mundo, es de suponer que escribiendo la base o un fragmento de la letra en cualquier lugar: “Así es, lo que te obliga a ser muy ordenado para que al día siguiente encuentres ese trozo de servilleta en el que escribiste una frase que ha de pasar el examen del día siguiente para ver si aún funciona. La situación más dramática la viví en Bogotá hace unos años. En un taxi olvidé una maleta en la que tenía escritas entre 70 y 100 canciones”.

Una conversación completa con Manu Chao parece que no puede eludir dos temas: Barcelona, su ciudad adoptiva, y la situación política mundial. El músico se toma su tiempo y sobre Barcelona afirma: “La escogí porque supe que aquí podría vivir algo parecido al ambiente de ebullición creativa y social del París de entreguerras”. El actual modelo de crecimiento despierta dudas en Manu Chao, que lamenta que “los precios de la ciudad estén haciendo imposible que vivan en ella quienes han hecho mucho por darle el aire creativo y vital que la ha convertido en un reclamo. Además, están derribando viejos edificios que albergaban vida de barrio, como el local que yo frecuentaba, un bar donde nos juntábamos el famosillo, los argentinos, los jovencitos del futbolín, los independentistas y el del PP, los viejetes, el gitano, los andaluces de la caña, el mecánico, los senegaleses... Todo el mundo estaba en ese bar y la especulación nos lo quitó. Por eso, aunque continúo sintiéndome acogido por la ciudad cada vez que vuelvo de un viaje, esta alegría tiene ahora un contrapunto de amargura”.

Por lo que hace a la situación mundial, Manu mantiene el discurso que enarboló siempre, algo así como un “vamos directos contra la pared pero seguimos mirando por la ventanilla”. Para él, “una crisis bursátil un poco más severa y todo se va al carajo como un castillo de naipes. Yo no tengo ni idea de cómo funciona ese tinglado de la Bolsa, pero la intuición me dice que es el punto débil del sistema, ese dinero virtual manejado por quienes de verdad tienen capacidad de decisión. Por eso, nuestra democracia es débil, porque votamos a políticos, personajes que cada vez tienen menos poder de decisión”. Quizás sea éste el pensamiento que ilumina una de las frases que Manu Chao prefiere del disco: “Cada día me río para no despreciar”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

“Es un honor estar en este festejo”

musica|leon gieco brindara pasado mañana un show gratuito en el luna park

“Es un honor estar en este festejo”

El músico santafesino celebrará junto a Página/12 los veinte años que cumple el diario. León habla de las coincidencias ideológicas y de los guiños que comparte con los lectores.

Por Facundo García

¡¿Dónde está León Gieco?! Podría gritarlo un villano de película, un pibe que necesita ayuda o un fan de pelo largo. Aunque esta vez lo dice un periodista, y como respuesta consigue sólo datos equívocos. “Está en la montaña”, “la comunidad de no-sé-dónde lo invitó a comer asado y se quedó”, “se fue a tomar un vino con los pobladores de la zona”, le responden. Eso y poco más. Queda claro que a esta altura las cosas que se saben del Gieco hombre empiezan a cruzarse con el mito, algo similar a lo que pasa con casi todos los héroes populares: nunca está claro dónde se refugian y de repente, de un momento para el otro, aparecen en medio de la gente para hacer de las suyas. Pues bien, en este momento Gieco está en una parte de Chubut en la que hablar de teléfonos celulares despierta sonrisas irónicas y unas pocas casitas hacen lo que pueden para espantar el aislamiento. Sin embargo, el trovador asegura que nada le impedirá estar este martes a las 20.30 en el Luna Park (Corrientes y Bouchard), donde festejará los veinte años de Página/12 con un show gratuito. Desde el otro lado de la línea, el santafesino andariego nacido hace cincuenta y seis años en una chacra de Cañada Rosquín comparte impresiones sobre el país que tanto ha recorrido y también habla sobre este diario, con el que tiene una relación completamente atípica y cercana.

–¿Qué está haciendo ahora, Gieco?

–En este momento me estoy acomodando en una hostería en Gualjaina, un pueblo chico. Vengo de recorrer seis pueblitos similares que quedan en una región bastante apartada de la Patagonia. Hicimos un par de shows, y estoy muy satisfecho por haber dado al público de acá un espectáculo con la misma calidad que el que vamos a hacer en el Luna.

–Hay toda una generación que fue creciendo junto a sus canciones, ¿qué complicidades ha establecido con el público que lo sigue desde sus comienzos y qué relación tiene con quienes se han ido integrando más tarde?

–Cuando estoy en el escenario y veo a la gente de mi edad, muchos de los cuales sufrimos miedos y persecuciones, nos basta la vista. Suena un tema y con un golpe de miradas entendemos todo. Sabemos por dónde va la cosa. Después tenés gente más joven, que está harta de que le quieran vender cosas vacías y se acerca para encontrar un arte que no sea de plástico. A mí me parece buenísimo que ellos también participen, porque traen energía nueva.

–Usted recibe semanalmente decenas de cartas de personas que le piden ayuda. ¿En algún momento cansa ese compromiso permanente? Desde el punto de vista personal, debe ser difícil estar en contacto permanente con personas que han sufrido o sufren mucho...

–Mucho más me cansaría hacer canciones descartables, no cantar por nadie, no ser solidario. Me cansaría si mi alivio en la vida fuera una cuenta en el banco. Yo solamente pido comer y tener mis instrumentos, el resto prefiero compartirlo. Mucha gente no ayuda porque se cree que no le va a alcanzar la energía, y cuando estás ahí te das cuenta de que si das una mano pasa todo lo contrario, te cargás de cosas buenas. Cuando Santa Fe se inundó (León se refiere a la catástrofe climática que tuvo lugar en abril de 2003), nos juntamos para hacer un recital, pero decidimos hacerlo directamente en los galpones en los que se había refugiado la gente. Cantaban. Te estoy hablando de gente que había perdido hasta el DNI, eh. Y cuando nos despidieron nos agarraban del hombro, nos hacían girar y nos decían “que tengan mucha suerte”, “que Dios los bendiga”... ¡y ellos tenían la casa tapada por el agua! Eso te hace más fuerte. Con gente así aprendés que al compartir, aumentás lo que tenés.

Alguna vez Gieco contó que cuando el colectivo que lo lleva de gira por la ruta se detiene en cualquier paraje, él saca una bici, se calza un barbijo –para no revelar su identidad– y sale a dar una vuelta. Así, de incógnito y generalmente por la mañana, León se va metiendo en la sintonía de quienes lo escucharán esa noche en el concierto. Recorre las calles tranquilas y capta el latir de la rutina vecinal. La excursión suele durar unas tres horas, hasta que los lugareños empiezan a sospechar de ese señor que pedalea con esfuerzo en las subidas y lo reconocen. Entonces llega el cariño. Es que en el vacío mediático van quedando pocos artistas masivos a los que les interese tener un contacto estrecho con las personas corrientes, algo que a León no le cuesta porque se reconoce –siempre se ha reconocido– “un hombre sencillo”.

–¿Cuándo tuvo las primeras pistas de que iba a convertirse en un artista tan popular?

–Mis viejos influyeron mucho. Mi mamá –muy buena bailarina– siempre respetó mi vocación; y mi papá también me apoyó. Me acuerdo que mi viejo cantaba en una orquesta del pueblo que quedaba a unos quince kilómetros de casa. Interpretaba sesenta canciones en una noche, de traje. Y no se olvidaba ni una estrofa. Ese compromiso me quedó grabado a fuego. Claro, hay que tener en cuenta que en ciertos lugares del interior los coros y las orquestas son muy importantes: las amas de casa dejan de lavar los platos para ir a cantar, y hasta el tipo del tractor a veces va al ensayo de noche aunque sepa que al otro día tiene que arrancar a las cinco de la mañana. Imágenes así me quedaron muy adentro. Después empecé a tocar en las fiestas patrias de mi colegio... y ahora mirá vos, he estado por estas localidades patagónicas y comprobé que hay escuelas en las que los chicos aprenden mis canciones con las maestras.

–Cantan en la escuela lo que escuchan en su casa. Impensable hace veinte años...

–Sí. Cuando yo era estudiante era muy raro que aprendiéramos una canción escrita por un tipo que todavía respirara y hablara... ahora por suerte los chicos aprenden mis temas y yo vengo y los canto con ellos...

–Por otro lado, usted no se ha presentado solamente en las escuelas. También ha tocado en la Rosada...

–Eso no significa que yo sea, como dicen por ahí, un “oficialista”. En su momento el Presidente me pidió que yo tocara en un lugar en el que han jurado corruptos y asesinos, y yo pienso que es necesario convertir esos espacios de vergüenza y tortura en un centro de cultura y memoria. Adhiero a un estilo de gobierno que tiene errores, pero que ha abierto el camino a cosas que esperábamos desde hace mucho.

–Desde esa perspectiva, ¿cómo queda rediseñada para usted la figura setentista del “cantor de protesta”, si ahora se puede cantar en la Casa de Gobierno?

–Queda rediseñada por la necesidad de revisar la historia y lo que ha pasado en este país en las últimas décadas. Hay cosas por las que todavía es urgente luchar. Nadie debería convencernos de que trabajar para que los derechos humanos ganen espacio es una actitud partidista, porque humanos somos todos. Son tareas pendientes que hay que encarar como sociedad. No se puede ir para adelante sin tener en cuenta ese tipo de necesidades. De otra forma, ¿cómo hacemos? ¿Tomamos todos una pastilla y nos olvidamos de todo? No. La historia no admite pastillas que te hagan olvidar cuál es tu identidad.

León Gieco toca gratis en el Luna Park este martes a las 20.30, festejando los veinte años de Página/12, con el auspicio de cerveza Imperial. Las entradas están agotadas.

Los caminos de un trovador

Raúl Alberto Antonio Gieco nació el 20 de noviembre de 1951. Creció en Cañada Rosquín, al norte de Santa Fe. Empezó a trabajar a los ocho años, y con sus propios ahorros compró una guitarra. A partir de ese momento la música fue su compañera, al principio en actos escolares, después en pequeñas giras por pueblos vecinos y finalmente ante el público masivo. Cuando a los 18 llegó a Buenos Aires se vinculó con figuras del naciente rock nacional como Litto Nebbia. Participó en los recitales Buenos Aires Rock en las ediciones del ’71, ’72 y ’73. De a poco, empezaron a reconocerlo como “el Bob Dylan argentino”. Luego vendría su primer álbum, León Gieco, producido por un jovencísimo Gustavo Santaolalla. Vinieron más tarde La Banda de los Caballos Cansados, El Fantasma de Canterville, 4to LP y Pensar en Nada, entre otros. A mediados de la década del ochenta publicó De Ushuaia a La Quiaca, el resultado de una experiencia musical nómada con la que pudo hacerse eco de la riqueza musical que guardan las diferentes regiones del país. Ha editado más de treinta discos, entre los cuales se pueden encontrar canciones que han funcionado como banda sonora de la historia argentina reciente. Es el caso de la mundialmente conocida “Sólo le pido a Dios”, las clásicas “La navidad de Luis”, “Carito” o “Cachito campeón de Corrientes”. Más cerca, hits como “Orozco”, “Bandidos rurales”, “Santa Tejerina” y “El ángel de la bicicleta” han combinado la búsqueda formal con la recuperación histórica y el relato de lo que muchos de los grandes medios no se atreven a mostrar. Página/12 ha editado sus primeros discos y también una compilación de grabaciones inéditas.

El periodista del rock

Muchas personas –especialmente los jóvenes– conocen parte de la realidad nacional a través de sus canciones, lo que lo convierte en un cronista. Es el caso de “Santa Tejerina” o “Bandidos rurales”... ¿Usted se asume como difusor de noticias, a la manera de los trovadores medievales?

–Una vez Spinetta dijo que yo era un “periodista del rock”. No faltó quien me preguntara si eso me molestaba. Todo lo contrario. Me halaga. Yo nunca he ejercido la profesión de periodista, pero frecuentemente me dedico a mostrar realidades. De todas maneras, si mi trabajo tiene vínculos con el periodismo, es con ese que encontrás a veces en Página, es decir, son crónicas que invitan a participar a los demás.

–¿Recuerda cómo fue el primer contacto que tuvo con el diario?

–Lo sigo desde el principio y lo leo todos los días, porque se juega en cosas muy importantes. Cuando vi las primeras tapas con esa especie de guiño hacia el lector, me di cuenta de que era un medio de lectura participativa. Además, en Página/12 no vas a encontrar que a Videla le dicen “ex presidente” sino “genocida”; y a Astiz no le dicen “ex funcionario de la SIDE” sino “asesino”. Estar en el festejo del martes es un honor no sólo desde ciertas coincidencias ideológicas sino también porque entre los amigos periodistas que tengo en Buenos Aires, la mayoría trabaja en ese diario.

–¿Y qué se puede ir adelantando sobre el concierto?

–Durante la primera parte vamos a empezar a rodar una película que se llama Mundo Ala, que continuará con una gira que voy a hacer con un grupo de chicos con capacidades diferentes. El segundo tramo va a estar dedicado a mis primeras canciones, y se mostrarán algunos de los hechos políticos que pasó el país en los setenta y los ochenta. Luego vamos a tocar temas que compuse después del ’92, y vamos a proyectar las mejores tapas de Página/12 en una pantalla gigante. De todo y para todos.

Rinde Cecilia Toussaint homenaje a Jaime López en Acoso textual


Estrenará su disco en el foro del Helénico a finales de septiembre.

México, D.F.- La cantante Cecilia Toussaint estrenará los días 27, 29 y 30 de este mes, en el foro del Helénico, su nuevo disco “Acoso textual”, con temas de Jaime López que rescatan la esencia del más puro rock mexicano.

Algunos de los títulos que contiene el álbum son “Tres metros bajo tierra”, “Limbo azul”, “Ay, que dolor viví”, “Adiós a los dioses”, “1940″ y “Qué más puedo decirte del mar”, interpretados con su característica sensualidad y fuerza vocal presente por más de 20 años de trayectoria.

La artista, quien durante su más reciente visita a España, en el Festival La Mar de Músicas logró un gran reconocimiento, realizará un intenso plan de promoción y en algunas ocasiones especiales compartirá escenario con Jaime López, se informó en un comunicado.

El material editado por Producciones Al Vapor y Consecuencias Discográficas, tiene piezas inéditas y otras que ya han grabado otros intérpretes, como el mismo Jaime y Eugenia León.

Es un disco acústico, sólo con guitarra y voz. En la lira está Jorge García. Cecilia Toussaint inició en la música a muy temprana edad.

De manera paralela ha participado en diversas obras de teatro, cine, radio y televisión.

Cuenta con 13 discos como solista y ha colaborado en varias producciones discográficas y propuestas musicales de diferentes artistas. Entre sus éxitos destacan “Prendedor”, “Esquizofrenia”, “Caite cadáver” y “La viuda negra”.

sábado, septiembre 08, 2007

No veo nada malo en ser autorreferencial


musica|“no veo nada malo en ser autorreferencial”

“No veo nada malo en ser autorreferencial”

“Aunque tienen estéticas definitivamente bien encontradas, yo creo que el disco y la película hablan de lo mismo”, dice el músico y director, que prefiere no ensayar explicaciones grandilocuentes para sus últimas decisiones, sino relatar el proceso que las fue desencadenando.



Por Javier Rombouts

Tal vez Fito Páez padezca una suerte de esquizofrenia pacífica. Es que por un lado acaba de editar un disco, Rodolfo, donde se presenta despojado, grabando en su casa, con la sola presencia de su piano y de su voz. Y por el otro está a punto de estrenar su segundo largometraje, ¿De quién es el portaligas?, una película en la que estuvo rodeado todo el tiempo de unas cien personas, entre actores, técnicos y demás parafernalia propia del cine. Páez recordará, como quien cuenta una broma, que su signo es Piscis. Y dirá, casi astrólogo, que el signo muestra dos peces yendo en direcciones contrarias. Después, serio, dirá que no. “No, no son cosas tan distintas el disco y la película. Creo que hablan de lo mismo, si bien es cierto que tienen estéticas definitivamente bien encontradas. El disco es blanco y negro, totalmente ascético en el sentido que ni siquiera tiene efectos. Y la película es estridente, llena de color, trae los años ’80 al siglo XXI.”

En el living de su casa Fito Páez se muestra, sobre todo, como un artista contento, satisfecho. Antes, en la plaza de enfrente de su casa, con su hijo mayor Martín montando en un monopatín, se mostró como un padre contento, satisfecho. En eso, definitivamente, no hay contradicción.

–¿Qué le pasó al músico que después de montar un estudio de grabación como Circo Beat decide hacer su nuevo disco solo en su casa?

–La verdad, no sé. No sé por qué hice esto. Posiblemente estaba un poco cansado de tanto grupo, de tanta gente en la peli, de tanta gente en las bandas. Fueron muchos años llevando grupos adelante. Pudo haber sido algo así como un “no quiero que me hinchen más las pelotas”. Pero también creo que precisaba algo que me sorprendiera desde un lugar que no fuese el ya conocido, que es el armado del sexteto, del cuarteto o de lo que sea. Tal vez pase por ahí, por estar agotado de las bandas.

–¿La decisión fue de un día para el otro o lo planificó?

–Puedo contar el proceso. Pero no hubo algo definido de antemano, porque cuando estás haciendo las cosas no sabés muy bien lo que estás haciendo. Hay que ser sincero: sólo se trata de revolver una salsa. Creo que todo arrancó en 2003, después de que grabé Naturaleza sangre. Por esos meses, empecé a hacer unas sesiones con un público de amigos en Circo Beat: hacíamos un asado, tomábamos unos tragos, caía gente, yo tocaba, se grababa. Pero, en verdad, no sabía qué estaba haciendo porque lo que tocaba eran covers. Hacía temas de Chico Buarque, de Caetano, de Jacques Brel, de la Parra, de Charly, de Nebbia. Grababa y archivaba. Después me lo puse a escuchar y había cosas que me interesaban y otras que no. Igual, era todo muy sin rumbo. Más tarde grabé eso mismo sin público y me gustó menos. Pero ya tenía la mano caliente, suelta con el piano, y me di cuenta de que no se trataba de hacer covers sino temas propios, nuevos. Estaba entrenado. A todo esto, desde los asados para acá ya habían pasado como tres años y un par de discos, Moda y pueblo y El mundo cabe en una canción. Y cada día tenía más repertorio. Se me había hecho costumbre llegar a casa y sentarme a tocar. Entonces, cuando estaba terminando la mezcla de la película, empezaron a aparecer las letras, me empezaron a gustar las canciones, cosa poco habitual. En un momento me di cuenta de que tenía el álbum. Y decidí grabarlo acá, en casa. Una nueva manera de buscar.

–¿Musicalmente también intentó una nueva búsqueda?

–Creo que sobre todo hubo una decisión de ahondar ciertas búsquedas ya iniciadas. Me saqué de encima los modismos jazzeros, salvo en la “Zamba del cielo” que hay una escala descendente medio Monk. Pero todo el resto lo corrí; me centré en el aspecto melódico más clásico. Y se me mezcló el piano del conservatorio con el piano de Charly y de McCartney y con algunos aires folklóricos. Creo que me salieron cosas muy netas, muy claras, y eso está bueno.

–Muchas veces se señaló que sus canciones eran autorreferenciales. ¿Era necesario ponerle al disco su nombre como título?

–Sí, es verdad, soy autorreferencial. Yo no veo nada malo en eso, no encuentro nada incorrecto para las comisarías artísticas. En ese punto tuve poco que pensar. Salió en forma espontánea durante una charla con Ros (Alejandro, director de arte del disco). Me pareció que correspondía con lo que estaba contando: ponerle a un disco dedicado a tus hijos, el nombre que te puso tu padre. Sobre todo a un disco donde canto y toco el piano, las dos cosas que hago hace 25 años.

–Con 25 años que está en la música, ¿sabe qué efectos va a producir este nuevo trabajo en la gente?

–No, la verdad es que nunca estoy seguro. Cada vez menos. Los hits me parecen cosas delirantes. De hecho, desde antes de El amor después del amor que no me meto en la elección del tema de difusión. Tengo muy poca antena para eso y me llevo muchas sorpresas. Me parece que no hay una ley para esas cosas.

–Se lo pregunto porque no se trata de un trabajo fácil de digerir en una primera audición.

–Es cierto, exige atención del oyente.

–¿Qué lo lleva a hacer un disco así? ¿Hay una intención definida?

–Para nada. Pero, en general, puedo decir que jamás en mi vida hubo una intención predeterminada de hacer esto o lo otro de tal forma para generar determinado efecto. No hay estrategia en lo que hago, siempre voy atrás de lo que me está pasando en el momento.

–¿Se trata de pura intuición, entonces?

–Me parece que cuando seguís tu espíritu es cuando realmente te encontrás. Por supuesto que fallás miles de veces. Pero de eso se trata la vida. Eso tiene sus pro y sus contra. Aunque en lo más íntimo tengo la certeza de que siempre me fui a la cama con la cabeza tranquila. Por supuesto, eso no implica que a todo el mundo le guste lo que hago, ni mucho menos.

–Hay dos discos que desde el nombre lo señalan: Rodolfo y el primero, Del 63. Salvando las distancias, ¿encuentra similitudes entre estos trabajos?

–Sí, es probable. De hecho, son dos discos iniciáticos. El primero por motivos obvios, y éste porque supone otra manera de sentir y ver la música. En ambos hay algo de primera vez. Creo que en esta ocasión quise exprimirme a fondo para saber hasta dónde voy a llegar.

–¿Qué lo llevó a dedicárselo a sus hijos?

–Es que fueron una gran fuente de inspiración. No para hacer la música en sí sino por la experiencia de los hijos, que te cambia de eje todo, te pone en otro lugar. Y de alguna forma se lo debo a ellos. La película podría estar dedicada a ellos también porque es la historia de una hija. Y de una hija que junta. Es eso: los chicos juntan, cambian tu mirada sobre la vida pasional y la transforman en algo más bello. Con un chico en el medio hasta recuperás algo del vínculo con tus ex mujeres, y las pasiones y las peleas pasan a ser actos mezquinos e innecesarios. A mí los hijos me hicieron repensar toda la idea del amor. Creo que por ellos sos capaz de matar o morir.

La tarde en Recoleta cae como en toda la ciudad: con un calor absurdo golpeando ventanas y espaldas. Páez, sin embargo, parece lo suficientemente relajado como para que ni siquiera la humedad lo afecte. Sólo, tal vez, hay un tema que le sigue brincando en el oído, que vuelve siempre: su primera película, Vidas privadas, y cómo la trató la crítica. A pocos días del estreno de su segundo largometraje (el jueves 20), la referencia es inevitable. Incluso, porque también forma parte del nuevo disco.

–En “Siempre te voy a amar” hay una frase que dice “aunque Clarín te ponga mala”. ¿Se referís a tu primera película?

–Sí, porque amo esa peli. Es cierto que estaba muy estricto mientras la hacía y también cuando la terminé, a la hora de recibir lo que la gente pensaba. Pero también es verdad que la crítica hizo una carnicería. Igual, con el tiempo me parece que voy entendiendo ciertas cosas: si sos músico y te tirás a hacer una película, te van a a dar. Es la ley de la vida, el derecho de piso. Y supongo que seguirá ocurriendo durante un tiempo más. Pero las ganas de hacer cosas son más fuertes.

–¿Vidas privadas fue una especie de obsesión?

–El tema que trata la película me obsesionaba. Posiblemente haya sido una obsesión. Sentía que no podía seguir adelante con mi vida si no contaba esa historia. Tal vez debería haber hecho otras cosas antes. No tuve el pulso para hacer estrategia, para dejarlo hasta conseguir más plata, no sé. Sí, fue una obsesión, pero hoy la llevo con mucho orgullo porque la amo mucho.

–Esta película parece haber sido hecha con un espíritu más relajado.

–Sí, la hice muy tranquilo, muy contento. Y creo que eso se nota en la pantalla.

–¿Por qué saca un disco que según dice forma parte de su evolución como músico, y al mismo tiempo filma una película rescatando los ’80?

–Creo que es una pregunta para el psicólogo. La verdad, no sé por qué. Lo que sí me acuerdo es el primer momento en que empecé a escribirla. El estado de felicidad. Primero pensé que iba a ser un cuento, después una novelita. Y más tarde se disparató todo. En serio, me resulta cada vez más dificil explicar lo que hago y por qué lo hago. Pero hay una clave para pensar eso: yo no me siento un profesional. Hago esto porque lo amo.

–¿En la música tampoco se siente un profesional?

–No, para nada. Menos todavía.

–Después de estar haciendo música durante 25 años, decir “No me siento un profesional”, ¿no es un poco una frase publicitaria?

–¿Le parece? ¿A quién le tengo que vender algo?

–Fito, hace 25 años que vive de la música...

–Sí, pero no soy un profesional en el sentido de que tengo que hacer algo de determinada forma, en determinado tiempo y de determinada manera. Como dice una letra del nuevo disco, “Llevo una locura caprichosa”. Y si no me sigue saliendo de este modo, me tendré que ir a ganar la vida al bar de la esquina para traer la comida a casa. Nunca hice algo para mantener una estructura determinada. Siempre trabajé con los elementos que tenía a mano y que tenía ganas de desarrollar. Es cierto, también tuve suerte: cuando quise trabajar con una orquesta tenía la plata para pagarla.

–Tomándose de la frase “Yo no soy un profesional”, ¿qué le insume más costo físico y espiritual, la música o el cine?

–Todo. Porque todo es laboratorio. Me involucro en todo. Lo que pasa es que hay experiencias que son más felices que otras. Por ejemplo, la diferencia entre ¿De quién es el portaligas? y Vidas privadas, es que mi primera película fue un mamut en mitad de una cristalería. Hablaba del incesto, del asesinato del padre, del suicidio y de los 30.000 muertos. Se dijo que la película quería abarcarlo todo. Ahora, yo espero que la juzgue el tiempo.

–La nueva historia es mucho más acotada.

–Sí, es una película liviana. Sería un drama-comedia, o una comedia dramática. Los gringos tienen una palabra: dramedy. Y es cierto: está acotado a lo que le pasa a estas tres chicas y, salvo dos o tres cositas muy chiquitas, no tiene entorno politico. Está todo en ese micromundo, no dependen del afuera. Escribí el guión con alegría.

–Dicen que quienes se acuerdan de la década del ochenta no la vivieron.

–Si lo sabré...

–¿Hay algo de autobiográfico en la película?

–Muchas cosas. O cosas que le ocurrieron a mis amigos. Por otro lado, creo que uno siempre está hablando de uno, es inevitable. En lo que uno hace siempre está su carácter. La tarea de la crítica seria es intentar despojar de sentimentalismo el hecho para tener cierta objetividad. Igual, en esa búsqueda que es muy noble, también hay fallas, porque las personas están hechas para fallar.

–¿Qué va a ser lo primero que dirá la crítica de la película?

–No sé. Van a mencionar a Pedrito (Almodóvar). Y me va a parecer divertido que lo mencionen. Ojo, no es que quiera empatarme con Pedro, que es uno de los artistas más grandes del mundo. No estoy ni en pedo cerca. Y si hablan de la influencia Almodóvar, bienvenida sea. Esto me hace acordar a cuando saqué mi primer disco, en esa época decían que era igual a Charly. Y para mí eso era grandioso. Si hablan de Almodóvar, lo tomaré como un piropo. Lo que sí juzgaría absurdo es que digan que es una película de Almodóvar. Si hablan de influencias está OK, porque tengo influencias de Pedro como de un montón de otra gente. Porque soy un cineasta en formación, estoy haciéndome. Y sería muy necio pensar que tengo ya una voz. Me faltan bastantes películas para eso.

–¿Y ya está pensando en alguna?

–Sí, tengo varias cosas arrancadas. Pero ahora quiero hacer la gira presentación del disco y presentar la peli en varias ciudades del mundo.

–En Vidas privadas trabajó Cecilia Roth, en De quién es el portaligas? Romina Ricci. ¿Qué actriz tendrá el protagónico de la próxima?

–Creo que voy a hacer una con protagonistas masculinos. Estoy pensando en algo con caballos, onda Clint Eastwood o Aristarain. Un mundo sin artistas ni poetas. Igual va a haber chicas en la película. Pero por lo demás, estoy bien así.