miércoles, octubre 25, 2006

Lo que sufren los Cinco son los zarpazos de una bestia contra una luz insoportable”

Para empezar y por si se me desbordaba muy pronto el entusiasmo, le declaré abiertamente mi incapacidad de tomar distancia. No estaba en condiciones de preguntar objetivamente y le expliqué las razones: amo demasiado su trabajo y ahora mismo estoy fascinada por el disco que provoca este encuentro[1].

Su respuesta: “pues yo no”, me aclaró en palabras que no solo las canciones de las que hablaríamos pertenecen a una época que jamás se fue de su vida. También se había traído para comentarlas al Silvio que nunca ha dejado de ser, el enemigo implacable de los elogios y las reverencias. El que la gente ama y teme al mismo tiempo, como se ama y se teme a la verdad[2] que es, como el pasado y el futuro, la obsesión de sus textos.
Por suerte, reía al responderme y pude ver con alivio que traía un pliego de hojas con las respuestas al cuestionario que adelanté a su oficina pocas horas antes.

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