miércoles, diciembre 27, 2006

El año de la represión

2006 ha sido un año espantoso para la televisión nacional. Sí, entró muchísimo dinero por las campañas electorales y por el Mundial de Futbol, pero predominaron los fracasos, el mal gusto y algo que no se veía desde el siglo pasado: la represión.

Llámelo casualidad, ‘sospechosismo’ o como quiera, pero en los últimos 12 meses muchos de los periodistas más cuestionadores de todas las fuentes, desaparecieron de la pantalla.

Desde Carmen Aristegui y Ricardo Rocha en la modalidad de radio con cámaras, hasta Javier Solórzano y Víctor Trujillo en sus respectivos noticiarios matutinos, pasando por Brozo en análisis político, José Ramón Fernández y Raúl Orvañanos en deportes de televisión abierta, y Horacio Villalobos en espectáculos.

2006, año de la represión, y si no me cree, nomás póngase a pensar en que de enero a mayo, como nunca, los programas de comedia fueron borrados del mapa o confinados a sitios donde no le hacen daño al sistema con sus críticas y parodias.

El mejor ejemplo de esta monstruosidad fue el final de El privilegio de mandar, con un mensaje muy directo a Andrés Manuel López Obrador.

En el año que está a punto de terminar está prohibido reír, sentir. Todo es solemne. Por eso a las telenovelas les fue como les fue y por eso, en lugar de hacer programas de entretenimiento, a las televisoras públicas y privadas de nuestra nación les dio por hacer mesas de análisis para cualquier cosa.

Mesas de análisis político como Tercer grado, mesas de análisis cultural como Antesala, mesas de análisis económico como Poder financiero, mesas de análisis de espectáculos como Ni más ni menos, mesas de análisis religioso como El pulso de la fe, mesas de análisis deportivo como Los protagonistas, mesas de análisis de lo que sea como El debate: pensar México.

Mesas, mesas, mesas. Ideas, ideas, ideas. Todas dijeron todo. Ninguna arregló nada. ¿Y el sentido del humor? ¿Y las emociones? ¿Y los sentimientos?

Todo eso fue sustituido por mutaciones grotescas que ni pertenecen al melodrama, ni a la comedia, ni a la farsa, ni al reality show ni a ningún género concreto, como en La fea más bella, Amor mío, Mundo de fieras, La academia cinco, Bailando por la boda de mis sueños y como en los capítulos finales de Amor en custodia.

Por esta misma falta de definición, títulos como Buenas tardes, Espacio en blanco, Asignación especial, Amores cruzados y Qué madre tan padre fueron y vinieron, y los escándalos de verdad fueron sustituido por escándalos de ocasión, como el asesino de Cumbres, los náufragos de Nayarit, los luchadores enardecidos y la vida íntima de Ludwika Paleta.

Y ni hablemos de los retornos. Por alguna extraña razón, la televisión de 2006 luchó por llevarnos al pasado y no al futuro. ¿Con qué? Con El Chavo animado, homenajes a Raúl Velasco, Mujer, la miniserie y Desafío de estrellas.

Sí, se dijeron cosas y hubo coberturas históricas, como la de las campañas políticas, los debates, las elecciones, el informe y la toma de posesión, pero lo que jugó aquí fue el poder.

Poder como el que dio origen a las reformas a la Ley General de Radio y Televisión, poder como el que sacó a Disney Channel y a Jetix de Cablevisión del Valle de México y SKY; poder como el que tendrán varias compañías al poder manejar televisión, telefonía e internet dentro de algunos meses.

En medio de todo esto, hubo algunas producciones que hicieron historia, como La otra versión, de la Alianza por el Bien de Todos, que revolucionó la manera de hacer campañas políticas en nuestro país, y pasó algo muy sintomático: la gente siguió mirando series importadas como 24, Lost, Esposas desesperadas y Almas perdidas.

Lo más triste es que cada vez se abre un abismo más grande entre la televisión nacional y la internacional, y que México, de haber sido potencia latinoamericana, se está quedando como maquiladora y repetidora de éxitos generados en otros países.

Me encantaría poderle escribir un bonito resumen con las maravillas que la televisión mexicana ha estrenado en 2006, pero no puedo.

2006 ha sido un año espantoso para la televisión nacional. Predominaron los fracasos, el mal gusto y algo que no se veía desde el siglo pasado: la represión.

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