lunes, septiembre 25, 2006

Jorge Drexler, su nuevo disco, la existencia despues del oscar y la mentira
de la alegria latina
"Yo aspiro a una vida de luz y oscuridad"
12 segundos de oscuridad nació en Cabo Polonio, cuyo faro inspiró el título:
"El que trabajó en un hospital sabe cuánto se aprende en el desconcierto. El
mundo nos trata como idiotas, nos impone la luz constante".

"Trabajo para estar presente en el presente: no escapar hacia atrás ni hacia
adelante."

Por Karina Micheletto

Jorge Drexler se tomó el trabajo de cronometrar el faro de Cabo Polonio, esa
aislada playa uruguaya que cierta modernidad argenta descubrió un tiempo
atrás y que a él le sirvió de punto de partida para su nuevo disco. Después
lo chequeó en Internet, y estaba en lo cierto: el faro emite un destello
cada doce segundos. Pero ésa no es la cuestión. Lo importante, dice Drexler,
no está tanto en el destello sino en la oscuridad. En los 12 segundos de
oscuridad que transcurren entre cada haz de luz del faro. Esa metáfora le
sirvió para poner en marcha un disco que, según dice en la entrevista con
Página/12, "mira más hacia adentro que todos los anteriores". El nuevo disco
de Drexler, titulado de esa manera, transcurre, como siempre, por la canción
cruzada por un despliegue de recursos electrónicos, una endogamia que a esta
altura define a toda una corriente musical en el Río de la Plata, a cierta
forma de pararse y de entender hoy a la canción. Esta vez, cierto fondo de
milonga atraviesa a estas canciones que hablan de amores que se terminan, de
la confirmación de que el amor se termina, de atravesar soledades y de
sanar.
Así, en su nuevo disco Drexler suena tan Drexler, pero no es el mismo. No
sólo por las circunstancias personales que hacen que ahora, por ejemplo,
tenga que salir a dar explicaciones sobre su separación de la cantante Ana
Laan, con la que tuvo un hijo. En el medio, entre otras cosas, Drexler ganó
un Oscar con la canción "Al otro lado del río", que escribió para la
película Diarios de motocicleta. Un pequeño fenómeno que lo ubicó de golpe
en cierto lugar de la maquinaria de la música, y que ahora lo tiene
seleccionando las entrevistas que dará desde la oficina del sello
discográfico en España, donde vive hace diez años.
-Después de tanto cambio, ¿qué cosas cambiaron al momento de la composición?
-Todos los discos son diferentes, inevitablemente uno evoluciona de uno al
otro. A veces involuciona y a veces las dos cosas al mismo tiempo. En este
caso en particular, creo que cambió el punto de partida. Este disco es más
emocional y personal que todo lo anterior, responde a una descarga más
basada en los afectos que en una observación del mundo. Mira más hacia
adentro que hacia fuera.
-Entonces ahora debe sentirse más expuesto.
-No, uno siempre está expuesto. Hables de lo que hables, siempre vas a
hablar de ti. No creo que uno se exponga más hablando de lo que lo rodea que
de uno mismo. Porque siempre vas a estar hablando desde ti.
En el arte del disco, Drexler se ocupa de mencionar especialmente los
lugares y momentos en que las canciones fueron compuestas. Puede ser Cabo
Polonio, México, Barcelona o Madrid, y en muchos temas se consigna que
fueron escritos en vuelo, o en algún aeropuerto. "¿En qué hotel, de qué
ciudad, en el que ahora me desvelo, me estoy sintiendo lejos de qué casa, a
cuántas horas de aquí de vuelo?", se pregunta Drexler en "Desvelo". Una
suerte de disco en viaje o, como corrige él, "en movimiento".
-¿Por qué le pareció importante resaltar los lugares donde fueron creadas
las canciones?
-Para mí éste fue un año de mucho movimiento, empezando por el más evidente,
el exterior, y siguiendo por las consecuencias, el movimiento interior.
Quería que se notara el movimiento, me pareció que una parte importante de
la historia era desde dónde había hecho las canciones.
-Entre todos esos lugares, ¿por qué Cabo Polonio fue tan importante?
-Porque ahí se abrió el disco. Mi hermano Daniel me invitó a ir de
vacaciones con unos amigos. Yo sabía que tenía que empezar a componer, y
tenía ganas, pero no salía nada. Estaba tan metido en tantas cosas y a la
vez tan permeable a las influencias que me llegaban, que necesitaba
aislarme. Cabo Polonio era ideal: es un lugar donde no hay luz, los
celulares no andan, y no hay nada ni remotamente parecido a Internet. Yo,
que soy una persona muy dispersa, recibí la ayuda de un lugar para
desconectar. A los tres días desconecté realmente. Me alquilé un rancho para
mí solo y de repente me encontré... muy solo, sin nada que me distrajera.
Entonces me miré para adentro y empezaron a salir para afuera las canciones.
Salieron casi de un tirón, "12 segundos de oscuridad", "La vida es más
compleja de lo que parece", "Transoceánica". Ahí supe que tenía un comienzo
de disco. Y que el disco iría entre dos polos y relataría un proceso, en
paralelo con lo que me pasó temporalmente, primero una separación y luego un
rehacer mi vida.
-¿Y por qué se detuvo en el faro?
-En Cabo Polonio no hay electricidad, por eso el faro se vuelve
omnipresente. El haz de luz que pasa todo el tiempo, cada doce segundos,
ayuda a los caminantes a guiarse. De hecho, el tema habla de una noche en
que volvía a mi casa y me di cuenta de que estaba perdido, y de que estaba
disfrutando estar perdido. Esa es la clave: que uno también tiene que saber
perderse en la vida y aprender cosas de esos momentos en que está perdido.
Los navegantes no sólo se guían a través del haz de luz de los faros,
también por los intervalos de oscuridad entre las luces. De esa forma se
localiza la costa. Lo que diferencia a Cabo Polonio de La Paloma, por
ejemplo, es la duración del intervalo: el Cabo Polonio tiene 12 segundos, La
Paloma 36.
-Se volvió todo un experto en faros.
-Bueno, aprendí otras cosas, también. La importancia de la oscuridad, por
ejemplo. Entendí que se puede obtener una guía de los momentos de oscuridad,
y lo entendí en carne propia. El que trabajó en un hospital sabe cuántas
cosas aprende la gente en la enfermedad, en el desconcierto. Este es un
mundo que nos trata a todos como si fuésemos idiotas, que nos impone la luz
constante. Yo aspiro a una vida completa, hecha de luces y oscuridades. El
mundo de la música pop tiene mucho de eso: está enfermo de alegría.
-¿Ese es su diagnóstico del pop actual?
-Sobre todo de la música en castellano, en el pop inglés no pasa tanto.
Hay una especie de obsesión por la euforia, casi maníaca. Nosotros mismos
nos creímos la mentira de que los latinos somos los más divertidos del
planeta Tierra, y ya estamos haciendo de eso una bandera. Es cierto que hay
muchas cosas muy lindas de provenir de la cultura hispana, y de la forma en
que esa cultura se mezcló con lo africano, con lo europeo. Pero no ayudamos
a nadie, ni a nosotros mismos, creyéndonos la tontería de que somos los más
divertidos de la fiesta. Yo no me identifico con ese cartel. Yo vengo con
una región donde la melancolía está en el aire, un lugar que suena a
milonga. Vengo del Río de la Plata, que para mí suena así.
-Su hermano Daniel habla del "templadismo" para ubicar a una corriente de
compositores entre los que estarían ustedes, Kevin Johansen, Paulinho Moska,
entre otros. ¿Cree que puede hablarse de un movimiento de la canción
rioplatense?
-El inventó esa palabra como herramienta de discusión cultural, un poco en
broma, como para provocar al famoso tropicalismo. Y sí, creo que hay lazos
que nos unen a los que somos del sur, hay una búsqueda de una identidad
regional que nos nuclea a todos, y la melancolía no está ajena a todo ese
proceso. La estética del frío de la que habla Vitor Ramil, la existencia de
cuatro estaciones, la cuestión climática nos influye mucho. Yo agregaría
dentro de este grupo de músicos que respeto y con los que me siento afín a
Fernando Cabrera, Martín Buscaglia, Ana Prada. Me siento familiar de todos
ellos, siento que estoy en casa con su música, y estoy contento de poder
tener una relación de amistad con esta gente.
-Muchas de las letras del disco giran alrededor del amor que se termina.
¿Buscó reflejar una circunstancia personal?
-En mis canciones no todo lo que dice es verdad o me pasó a mí, y otras
cosas sí. Yo no tengo más remedio que escribir sobre temas personales,
porque siempre escribo desde mí, y de lo que me emociona. Y soy reacio a
hablar de mí en las entrevistas, porque ya hay mucha información mía en mis
discos.
-Hay una letra que causa algo de gracia, "La infidelidad en la era de la
informática", sobre secretos revelados por un cracker celoso. ¿Ese sí fue un
caso real?
-Fue un caso real, o una suma de casos reales. Si causa gracia es porque a
todo el mundo le suena familiar: "Uy, yo conozco un amigo que le pasó..."
Esa es la típica, siempre le pasó a un amigo. Vivimos en un mundo donde la
información va más allá de lo que podemos controlar. La tecnología es muy
nueva y todavía no la manejamos del todo, no dimensionamos su llegada. El
concepto de privacidad ha cambiado mucho y tenemos que adaptarnos. Pero no
siempre se puede.
-Sus dos hermanos también son músicos, aunque menos conocidos. ¿Siente
alguna responsabilidad para abrirles puertas, le consultan cosas?
-Más bien hay un intercambio permanente, y después cada uno abre sus
puertas. Yo estoy muy contento y orgulloso de mis hermanos, somos muy
amigos. Mi hermana también comparte el pluriempleo con nosotros: es
odontóloga y pianista, y también pincha discos.
-¿Hay algo que extrañe del Drexler que compuso Llueve?
-Uno siempre extraña cosas del pasado, es inevitable, pero yo prefiero no
pensar en esas cosas, me gusta vivir el presente, que es lo único de lo que
disponemos. Está en nosotros vivirlo, o vivir en la nostalgia, o en un
ataque de futuro. Yo trabajo para estar presente en el presente: no escapar
hacia atrás ni hacia adelante. Este disco también tiene que ver con eso.
-En este momento de su carrera, ¿se plantea algo así como "hacia dónde
quiere ir"?
-Esto es lo que me tocaba contar ahora. Yo podría haber hecho un crossover
latino después de lo del Oscar, irme a vivir a Hollywood y hacer un disco de
duetos latinos. Lo digo como broma pero es así. Preferí hacer un statement
artístico, una declaración de intenciones personales: estoy aquí, con estas
canciones, porque son mi medio de expresión. Fue un ejercicio de honestidad.
Hacia ahí es hacia donde quisiera ir.

Radiohead, Titâs y el Cuchi

A 12 segundos de oscuridad, el nuevo disco de Drexler, lo atraviesa cierta
melancolía plácida, si es que tal cosa es posible. Con producción de Juan
Campodónico y la participación de varios integrantes de Bajofondo Tango
Club, el sello Drexler aparece, inconfundible, en los arreglos que juegan
con la electrónica y, claro, en su forma de cantar. La lista de invitados
incluye a gente como Arnaldo Antunes, Paulinho Moska, Kevin Johansen y la
brasileña María Rita.
El disco tiene dos temas versionados que disparan a Drexler en distintos
caminos: el de la mixtura de "Disneylandia", de Titâs, y el de la melancolía
arrastrada y flemática de "High & dry", de Radiohead, una canción que parece
calzarle justo. "Este era el disco en que podía meter ese tema, que me
gustaba mucho. A veces en el sonido de Bristol y el pop británico se ha
abusado de la melancolía. A esta altura la convirtió en una bandera tan
simplista como la nuestra de la alegría latina. Pero a mí, en este caso, ese
tema me venía muy bien", explica el músico sobre la elección.
¿Más versiones posibles de Drexler, después de estos primeros títulos? "No
estaría mal encarar en un futuro al Cuchi Leguizamón", dice él, como lo más
natural del mundo. "Me parece un compositor y un pianista de un grado de
sofisticación armónica superior. Es el Jobim del folklore. Ahora que me
empecé a endulzar con las versiones, ¿por qué no seguir con el Cuchi
Leguizamón?" Radiohead, Titâs y el Cuchi. "No veo ninguna incongruencia.
Está todo relacionado", sigue diciendo él, y suena muy natural. Tanto como
su disco.


FUENTE: PAGINA 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-3919-2006-09-24.html

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