viernes, junio 01, 2007

La boca del infierno


“Ciudad Juárez es la boca del infierno”, resume el escritor Rafael Pérez Gay, luego de unos días de estancia en la ciudad. Habla de las muertas impunes del lugar, tiradas en el desierto; de los edificios demolidos para evitar que sigan siendo utilizados como picaderos, lo cual da al paisaje una inquietante facha de ciudad bombardeada; de los soldados de Fort Bliss que vienen a drogarse y desfogarse en los burdeles mexicanos; de los bares en penumbras a las doce del día; del rumor de tiros y muertes que recorre las conversaciones, y de la historia de El Chiquilín.

Hay una esquina célebre en Ciudad Juárez, dice Rafael Pérez Gay, que se conoce como “la esquina donde mataron a El Chiquilín, un capo menor de la droga que operaba bajo la férula de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, y de su hermano Vicente.

Tuvo El Chiquilín la gloria y la desgracia de caer en amores con una menor, a la que se llevó y con la que fue feliz hasta que al cabo de un tiempo ella cayó en amores con un lugarteniente de El Chiquilín. El lugarteniente la correspondió, de tan febril y mutua manera, que la pasión culpable salió a la luz y se hizo evidente para todos. El Chiquilín resintió la traición de su amada, pero más resintió la traición del amigo, que era también su protegido, pues nadie sino El Chiquilín lo había hecho “alguien” en su pequeño reino de las calles de Juárez.

Herido por la traición de la mujer y de su amigo, El Chiquilín se saltó a la mujer y dijo al amigo: “Te voy a dar tres horas para que hagas lo que quieras y luego voy a empezar a buscarte hasta que te encuentre y te mate”. Le dio las tres horas, luego lo buscó varios días, lo encontró escondido en un lugar imprecisado y lo mató con sus propias manos.

Con esas mismas manos había ido mermando algunas de las entregas de dinero que debía hacer por la venta de sus mercancías al hermano del Señor de los Cielos, Vicente Carrillo Fuentes, heredero del imperio donde El Chiquilín tenía su reino. El heredero echó de menos el dinero y mandó preguntar por El Chiquilín que llevaba tres meses perdido en la droga y el desarreglo total a raíz de la ejecución del amigo y la pérdida de su amor.

Cuando lo encontraron, no entendió de qué le hablaban, ni supo bien a bien por qué lo mataban en una de las esquinas de las calles de edificios bombardeados que habían sido su reino. No hay registro de qué fue de la mujer.

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